viernes, 29 de abril de 2011

Princesa

   Érase millones de veces, en cualquier rincón del mundo, una princesa que soñaba con encontrar a su príncipe…esa historia ya os la sabéis, ¿Verdad?
   Con la emoción de una principiante se ponía todas las noches sus braguitas de princesa inocente, y noche tras noche pasaban por su cama sapos disfrazados de príncipes queriendo despertarla de su sueño.
   Esta princesa fumaba, bebía vino y whisky, su inocencia la quería rescatar a toda costa pero hacía muchos años que ya había sido interrumpida por una maldición…ella había nacido con el poder de saber amar como nadie podría hacerlo jamás. Y en su habitación se perdía cada noche, sintiendo un abismo en su cabeza mientras no paraba de sonreír. Era consciente de su maldición pero incapaz de aceptarla.
   Como nadie jamás podría entender sus sentimientos los expresaba con su cuerpo, cerrando los ojos jugaba al mismo juego una y otra vez y guiñando un ojo por la ventana tras haber “ganado”.
   Una línea muy frágil la separaba de la locura, sin traspasarla nunca.
   Todos sus sapos le brindaban en bandeja de oro sus mejores palabrerías, cumplidos, regalos…pero ninguno era capaz de acariciarla, ni mucho menos mirarla, como ella esperaba.
   Esta princesa no se despertaría con un simple beso, necesitaba tanta pasión…dulce violencia entre mordiscos que llevan al éxtasis, besos venenosos, se derretía cada noche en brazos de cualquiera…incluso deseó morir en uno de tantos orgasmos.
   Al alba sonreía, pero la espina de su corazón la llevaba hasta un punto que le costaba respirar, y poco a poco se le iba pasando en su mundo imaginario esperando que llegara de nuevo la noche. Se moría lentamente, quemándose por dentro y mordiéndose sus labios.
   Este cuento no termina como todos los demás, de hecho no termina mientras existan las noches. Su maldición es eterna, y eternamente sucumbirá a sus sapos imaginando que la aman hasta dar la última calada del cigarro de después...

Tarni.

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